El uso de antibióticos en la producción animal es una herramienta fundamental para tratar enfermedades infecciosas como la micoplasmosis. No tratar a los animales enfermos no sólo compromete su salud, sino que va en contra del bienestar animal y de la ética profesional veterinaria. Sin embargo, para preservar la eficacia de los antibióticos en el futuro, es indispensable promover un uso racional y responsable.
La resistencia antimicrobiana representa una amenaza creciente para la salud pública y animal, y por esta razón, tanto organismos gubernamentales como no gubernamentales han desarrollado guías para un uso prudente. Estas directrices, como las emitidas por la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) y el Grupo AMEG, clasifican los antimicrobianos según su importancia crítica en medicina humana y brindan recomendaciones prácticas para su uso en animales de producción.
Para que estas guías sean efectivas, deben ser claras, coherentes y adaptadas al entorno productivo. En el caso específico de los macrólidos, ampliamente utilizados en avicultura para controlar infecciones por Mycoplasma spp., resulta esencial comprender los mecanismos de resistencia y aplicar criterios de prescripción adecuados. El uso terapéutico (ante enfermedad confirmada) y el uso metafiláctico (para evitar la propagación en un brote) son las únicas formas recomendadas dentro del uso racional de antibióticos. El uso profiláctico, por el contrario, no es aconsejable.
Existen múltiples principios activos y vías de administración de antibióticos en avicultura (oral, inyectable, tópica), lo cual brinda diversas opciones terapéuticas, pero también exige mayor responsabilidad en su uso. La elección del antibiótico debe basarse en pruebas de susceptibilidad, además de considerar la experiencia del veterinario en campo. Entre los macrólidos más utilizados se encuentran la tilosina, tilmicosina, eritromicina, espiramicina, tulatromicina, gamitromicina y, más recientemente, tilvalosina, un nuevo macrólido con alta eficacia contra Mycoplasma spp.
Resistencia a macrólidos
Los macrólidos actúan interfiriendo con la síntesis proteica al unirse al túnel de salida de la subunidad ribosomal 50S. En Mycoplasma spp., la resistencia puede generarse mediante mutaciones en el sitio de unión del antibiótico, bombas de eflujo o enzimas inactivantes. Además, estos microorganismos carecen de pared celular, lo que los hace naturalmente resistentes a antibióticos como betalactámicos y glucopéptidos.
Estudios realizados en Egipto, China e Israel han documentado mutaciones puntuales en cepas de Mycoplasma gallisepticum que reducen la eficacia de los tratamientos con macrólidos. En Mycoplasma synoviae, estas mutaciones generan sustituciones de aminoácidos en las proteínas ribosomales, afectando directamente la acción antibiótica. También se ha observado resistencia cruzada con lincosamidas, asociada a mutaciones en el ARNr 23S.
Detección de la resistencia
Debido a las características especiales de Mycoplasma, como su crecimiento lento y exigente, no se utilizan métodos convencionales como la difusión en disco. En su lugar, se aplican métodos in vitro que determinan la Concentración Inhibitoria Mínima (CIM) y la Concentración Mínima Bactericida (CMB). Estos ensayos requieren medios específicos, inóculos estandarizados y diluciones seriadas del antimicrobiano, usualmente en placas de 96 pocillos. La CIM se define como la menor concentración del antibiótico que inhibe el crecimiento visible, lo que se detecta mediante un cambio de color del medio.
Estrategias de tratamiento y asesoramiento terapéutico
Un diagnóstico certero es el punto de partida para un tratamiento adecuado. Dado que los signos clínicos de la micoplasmosis suelen ser inespecíficos, se requiere la confirmación del agente mediante técnicas de laboratorio. ELISA puede indicar exposición o vacunación previa, pero para confirmar un brote activo se recomienda el uso de técnicas moleculares como PCR.
Los escenarios de tratamiento varían según el tipo de producción:
- En reproductoras positivas, se aplican tratamientos en pulsos para evitar la transmisión vertical.
- Si no se puede prevenir, se trata a los pollitos recién nacidos para reducir la carga de patógenos transmitidos.
- En ponedoras, el tratamiento se justifica ante signos clínicos o caídas en la producción, apoyado en un diagnóstico rápido.
Vacunación y prevención
Si bien existen vacunas vivas e inactivadas contra la micoplasmosis, su eficacia no siempre es suficiente para prevenir completamente la enfermedad. Además, los esquemas vacunales no siempre están adaptados a los ciclos de producción actuales, lo que puede generar períodos de vulnerabilidad. Las vacunas vivas deben manejarse con cuidado, ya que pueden revertir a formas virulentas o transmitirse entre lotes. En muchos casos, el tratamiento antibiótico se utiliza como complemento para reforzar la protección inmunológica.
Consecuencias de no tratar
Ignorar un tratamiento adecuado puede tener graves consecuencias:
- Afectación de la salud y bienestar animal.
- Pérdidas productivas significativas.
- Aumento del riesgo de resistencia y mayores costos sanitarios.
Conclusión
Preservar la eficacia de los antibióticos en la producción animal es un objetivo primordial. Aunque las mejoras en manejo y vacunación han sido notables, siempre habrá situaciones que requieran tratamiento. Por eso, es esencial mantener el uso responsable de los antibióticos, basado en diagnósticos precisos, asesoramiento técnico y estrategias preventivas. Solo así se logrará un modelo de producción avícola sostenible, que garantice la salud animal y humana, y asegure la disponibilidad de tratamientos eficaces en el futuro.